Diputados parásitos
Hace
algunos años, muchos años en realidad, leyendo un artículo académico que
abordaba el tema de la productividad de los diputados federales en México,
descubrí un dato que me sorprendió y honestamente me hizo encabronar: entonces de 500 diputaciones que integra la Cámara
de Diputados, en promedio, sólo 40 eran productivos; es decir, únicamente
esa proporción presentaba iniciativas de ley o reforma, propuestas de dictamen
o puntos de Acuerdo; y sólo ellos participaban en los debates; el resto,
limitaba su participación a levantar la mano para expresar su voto aprobatorio,
según la línea recibida por sus coordinadores parlamentarios.
Esa
información reforzó en mí la idea de que los diputados en México sólo asisten a
las sesiones del Pleno de la Cámara de Diputados a chacotear, dormir, y desde luego, para levantar el dedo. No
encontraba en aquel entonces una razón que justificara la elección de tantos
diputados, si como lo evidenciaba esa investigación, sólo unos cuantos sacaban la chamba.
Era
tan mala la imagen que tenían (¿tienen?) los representantes populares, que es
común que el cine o la caricatura política, los retrate como personas abusivas,
prepotentes que se consideran estar por encima de la ley, y que usualmente portan
pistola o se hacen acompañar de guaruras,
como signo para distinguirse del resto de la ciudadanía, pues eran intocabes.
Por
ejemplo, en “La Tijera de Oro” (Alazraki, 1958), vimos como Tin-Tán se enfrentó
a uno de esos abusivos personajes que pretendía bajarle a la mala a una de sus novias, amenazándolo de muerte,
destruyendo su peluquería y enviando a sus achichincles
a golpearlo.
En la
historieta “Los Supermachos” de Rius, era común la aparición del “Diputado”,
quien se caracterizaba por su prepotencia y cinismo, sólo superado por Don
Perpetuo del Rosal, quien era el mero chingón (Presidente Municipal) de San
Garabato de las Tunas y solía despachar en la cantina del pueblo, antes que en
su oficina.
De tal
manera, cualquier iniciativa para reformar el sistema político mexicano, que le
meta mano a integración y dimensión del Poder Legislativo, para hacerlo más
compacto y cercano a la ciudadanía, resulta una idea muy atractiva; pues el
grueso de la población desconoce la función que corresponde a los diputados, de
quienes sólo saben que: son un chingo, no
trabajan, y ganan mucho dinero. Dinero del pueblo.
Pues
bien, atendiendo la voz del pueblo, y para honrar uno de sus compromisos de
campaña, la Presidenta de la República anunció la semana pasada que, el próximo
mes de febrero, al inicio del periodo ordinario de sesiones de las cámaras del
Congreso de la Unión, presentará una serie de iniciativas en materia electoral
que plantea, entre otros temas, suprimir la elección de diputaciones por el
principio de representación proporcional, también conocidas como plurinominales.
No se
han dado a conocer los detalles de la inminente reforma al sistema político
mexicano, sin embargo, una de las razones que sustentaron esa idea desde el
ocaso del mandato del ex presidente López, era que costaba mucho dinero
sostener cámaras tan abultadas; y que la razón material e histórica que
justificó la inclusión de los plurinominales
no subsiste más, pues se afirmaba que, actualmente, gracias a las instituciones
electorales y el robusto sistema normativo de la materia, existen condiciones
para que cualquier partido político sea competitivo y pueda ganar una elección.
Y sí, formalmente es así.
Sin
embargo, es evidente que las expresiones políticas emergentes difícilmente
pueden ganar una elección por voto directo, pues desde que se modificó el
sistema político en 1977, para incluir a los plurinominales, el entonces
partido mayoritario, se aseguró de incluir reglas que garantizaran que, en todo
caso, el partido mayoritario, mantuviera tal condición, a pesar de la inclusión
de las minorías políticas en la integración de la Cámara de Diputados.
Así
que, aun en la actualidad, los partidos políticos con mayor participación en la
integración de la Cámara de Diputados, tienen más probabilidades de ganar
elecciones, por la simple y sencilla razón de que reciben una mayor proporción
de recursos para la consecución de sus fines, como son: financiamiento público,
tiempo en radio y televisión, entre otras prerrogativas (ver:
“El Patrimonio de los Partidos” https://gilbertosalazar5278.blogspot.com/2019/12/el-patrimonio-de-los-partidos.html ).
Volviendo
al punto; el anuncio de la reforma al sistema político, en particular en lo
relativo al redimensionamiento e integración de las cámaras de diputados y
senadores, se sustenta en la idea de acotar el control que ejercen las
dirigencias de los partidos políticos para encartar a familiares e
incondicionales en las listas de representación proporcional; y, junto con la
reinstauración de la prohibición de la reelección inmediata, establecer
condiciones para revitalizar la función representativa que corresponde a
diputadas y diputadas.
Se
trata pues de integrar incentivos para que en lo subsecuente, quienes aspiren a
ocupar un escaño en la Cámara de Diputados, establezcan un vínculo con la
población que habita en el distrito que pretendan representar más allá de la
campaña electoral; y sobre todo, que lo mantengan durante el ejercicio de su
gestión, pues se espera que, al depender su futuro
político de la buena opinión que tengan los electores respecto de su
quehacer, y no de la dirigencia del partido, realizarán con mayor diligencia la
función que tienen encomendada, procurando el beneficio colectivo y no el
particular de la cúpula partidista.
¡Suena
bien!; es innegable que es imperativo meterle mano al sistema político, pues
existen una serie de reglas que se dieron con toda la intención de mantener el
monopolio en la postulación de candidaturas, disposición que ha determinado el
distanciamiento entre ciudadanía y partidos políticos, pero más aún, entre la
población y sus representantes populares; pues derivado del actual arreglo
institucional, diputadas y diputados se han erigido en personeros de las
dirigencias de los partidos políticos, antes que como verdaderos representantes
populares.
Sin
embargo, si la próxima reforma al sistema político supone la modificación de
las reglas para la integración del máximo órgano de representación política del
País, es indispensable que el eventual “nuevo pacto”, se construya escuchando a
todas las voces que tienen algo que decir, como son, desde luego, partidos de
oposición, la comunidad académica, así como las organizaciones de la sociedad
civil que con su experiencia podrán enriquecer la propuesta, y sobre todo
advertir los riesgos que pueda suponer determinado arreglo institucional.
Esperemos
que cese la prisa por resolver las reformas a la Constitución fast track, y se realice un verdadero ejercicio
de parlamento abierto, mediante la realización de foros de consulta. Considero
que repensar el modelo de participación política nos ofrece a todos los
mexicanos la oportunidad de reconciliarnos, y ponernos de acuerdo en la forma
en que podamos sumar en la construcción de un México más próspero e incluyente.
Quizá
sea esperar demasiado, sin embargo, me mantengo optimista, pues como solía
decir Winston Churchil, ¡Soy optimista, no parece muy útil ser otra cosa!
Gilberto Salazar
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