El efecto mariposa


Gilberto Salazar

Todo comienza con una decisión.

La carrera que estudiamos, el lugar en que vivimos, la familia que formamos, la forma en que vestimos; cómo hablamos, la música que escuchamos y en general la forma en que pensamos, interactuamos con los demás y la comunidad en que vivimos, son resultado de un conjunto de decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida.

Levantarse temprano o no, bañarse todos los días en invierno, rasurarse (o depilarse en su caso), respetar los límites de velocidad o usar el cinturón de seguridad, son pequeñas decisiones que forman parte de lo cotidiano, que tomamos de momento a momento, de manera casi instintiva, sin hacer conciencia de la trascendencia que nuestras decisiones pueden tener como consecuencia.

Parece increíble, pero las decisiones que tomamos día a día, de hecho tienen consecuencias que trascienden a nuestra comunidad, a nivel nacional e incluso global.

“El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”

Este proverbio chino ha sido utilizado para caracterizar la teoría de la física a la que se conoce como “efecto mariposa” y que incluso ha sido cinematizada y expuesta, desde luego no como explicación teórica, pero sí de manera muy intuitiva a través de películas como: “Volver al Futuro 2” (Zemeckis 1989), “Encantado señor Destino” (Orr 1990), “El Azar” (Kieslowsky 1987), “Corre, Lola Corre” (Tykwer 1998), “Un loco viaje al pasado” (Pink 2010), “Don Nadie” (Dormael 2009), “Qué bello es vivir” (Capra 1946) y desde luego la homónima: “El efecto mariposa” (Bress, Gruber 2004).

¿De qué va el efecto mariposa?

De manera muy concreta, la teoría del efecto mariposa sostiene, en congruencia con la teoría del caos, que el universo es impredecible, lo cual se dice fácil, sin embargo representa la ruptura del paradigma determinista que nos heredó Newton y sus leyes universales, que a la luz de esta perspectiva, se evidencia que no lo son tanto[1].

Sé que esto puede parecer muy complejo, pero intentaré explicarlo.

Esta teoría plantea que una secuencia de hechos, aun y cuando se encuentren relacionados y vinculados entre sí, terminan por tener consecuencias completamente impredecibles; ello en razón de que, la modificación de una variable en los hechos, que puede ser tan sutil como el realizar una misma acción con diferente intensidad o mediante un procedimiento distinto, va a arrojar resultados distintos. A esto se conoce como principio de incertidumbre.

Así pues, si se deja caer una gota de agua, del mismo tamaño y de la misma fuente en repetidas ocasiones sobre una superficie con una textura irregular como una piedra volcánica, por ejemplo; cada gota seguirá un recorrido distinto que la anterior, es decir, aunque se trate prácticamente de la misma gota de agua una y otra vez, las pequeñas variables que concurren en cada evento, como lo es la temperatura ambiental, la velocidad del viento o la humedad de la roca, determinan la obtención de resultados diferentes en una y otra ocasión. 



Aplicando este modelo de pensamiento complejo en el ámbito social y político, se puede concluir que todos nuestros actos y decisiones están conectados y las posibilidades de interrelación son básicamente impredecibles; no obstante, tendrán consecuencias en el corto, mediano o largo plazo. Y no, no es karma, pero esas consecuencias tenderán a regresar a su fuente.

¿Y todo esto qué diablos tiene que ver conmigo?

Absolutamente todo. Por increíble que parezca para algunos, o por obvio que resulte para otros, una decisión puede cambiar por completo nuestro “destino”.

Tal y como se expone por ejemplo en “Volver al futuro 2” o en “Lola, Lola corre” una decisión en un momento determinado puede y de hecho altera el futuro.

Tomando en cuenta lo anterior, si lo pensamos, el clima de inseguridad que sufrimos hoy en día tuvo su origen en una, o un conjunto de decisiones que tomaron nuestros padres allá, a finales de los setentas y principios de los ochentas.

¿Se acuerdan de la fayuca[2]?

Para quienes resulte desconocido el término, entonces se designaba así de manera genérica al conjunto de productos y mercaderías que eran producidas en el extranjero, y que ingresaban al País de contrabando, es decir, sin pagar impuestos y derechos de importación; pues aunque sí era posible conseguirlos de manera lícita, sus precios resultaban prohibitivos para el grueso de la población.

Así que la alternativa para comprar ropa, zapatos, juguetes, electrónicos, perfumes, licores e incluso golosinas producidos fuera de México a precios accesibles; era acudir a los tianguis especializados en fayuca, que los había prácticamente en todos los estados del País. La meca de la fayuca fue por muchos años el barrio de Tepito en la ciudad de México.
Quienes vendieron o compramos fayuca para tener lo último en tecnología a un precio asequible, aprovecharon (aprovechamos) el costo de oportunidad que generó la economía de mercado cerrado que prevaleció hasta la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio en 1990.

Gracias a la “astucia” de políticos, policías, contrabandistas, vendedores y compradores de fayuca, que supieron aprovechar el área de oportunidad que significaba una economía cerrada, se estableció una aparente relación gana-gana, entre quienes se hacían de la vista gorda, quienes “importaban” productos, los que los distribuían y comercializaban; y desde luego quienes los compraban (comprábamos).

¡Chingo yo, chingas tú … chingamos todos!

El problema es que esa práctica era ilegal; y cuando México se abrió al mundo en 1990, los aranceles de importación bajaron sustancialmente. A partir de entonces ya no era prohibitivo comprar productos y mercaderías hechas en el extranjero. ¡Se acabó el negocio! ¿O no?

No, no se acabaron los tianguis en los que se vendía fayuca. ¿Qué paso?, pues pasó lo que tenía que pasar, quienes integran la “cadena de valor” que se generó en torno del negocio de la fayuca, buscaron la forma de mantener el negocio. ¡Y la encontraron!, ¡Para eso los mexicanos nos pintamos solos!

¿Cómo vender productos por debajo del precio en el mercado? Fácil, si no se pagan impuestos y no se paga seguridad social a los trabajadores, se puede mejorar el precio de venta en el mercado; ¿Cómo incrementar las utilidades? Más fácil aún, basta reducir el costo de adquisición de productos y mercaderías a cero. Y ¿Cómo se logra eso? Vendiendo robado.

Así, nos insertamos en un círculo vicioso y una espiral de violencia que parece no tener fin; pues cada vez que el negocio se complica, esa “cadena de valor” se adapta y busca la manera de mantener e incluso aumentar sus utilidades; por eso han aumentado los negocios ilegales en nuestro país como: Producción y venta de drogas; venta de autos, autopartes y combustibles robados; extorsión y secuestro, entre otros.

Citando al mimo de México, Mario Moreno “Cantinflas”: ¿Cómo la ve desde “ai” chato?

Las malas decisiones que tomamos en el pasado; esas gangas que aprovechamos por “vivillos” y todos esos atajos que tomamos hoy nos están cobrando la factura.

Por eso hay que pensarlo dos veces antes de actuar. No debemos ser inconscientes de la trascendencia de nuestros acciones. ¡No más!

Comentarios

  1. Muy buena reflexión y bien llevada en el tiempo, felicidades, Lic. Gilberto.

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