La burbuja de la adulación
Gilberto Salazar
El
diccionario de la Real Academia Española define la voz “parásito” como aquel
“organismo animal o vegetal que vive a costa de otro de distinta especie
alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo”; en la naturaleza
encontramos muchos ejemplos de parasitismo, es decir, de especies que viven y
prosperan gracias la existencia de organismos más complejos.
Bichos
como las garrapatas, pulgas, mosquitos, y piojos se alimentan directamente de
la sangre de su huésped; mientras que otro tipo de parásitos como las moscas y
ácaros subsisten de los desechos que produce quien los alberga; sobra decir que
en la relación que se produce entre el organismo huésped y los parásitos sólo
se benefician los segundos, pues a causa de la sangría a la que es sometido por
estos bichos perniciosos, la salud de quien los tolera se ve disminuida y en
casos de infestación, los parásitos pueden provocar graves problemas de salud,
e incluso, cuando el descuido es tan grande que no se hace nada por
erradicarlos: la muerte.
Ahora,
existe otro tipo de relaciones orgánicas que se producen entre un organismo más
complejo y uno más simple, en el que si
bien el más pequeño subsiste gracias al más grande, como ocurre en el caso de
la rémora y el tiburón, o del ganado vacuno y la garza bueyera; en esos casos,
se integra una relación de tipo mutualista en la que ambas partes resultan
igualmente beneficiadas, pues el organismo más complejo asegura al más pequeño
su subsistencia al comer los restos de comida que deja el otro o bien los
parásitos que pretendan albergarse en su piel, con lo que el más grande se
beneficia al mantener su piel fresca y saludable, además de asegurarse un
entorno libre de parásitos.
De
esta manera se produce una simbiosis, es decir, una relación entre organismos de
la que se benefician mutuamente y la suerte de uno depende del otro, y
viceversa; consecuentemente, si el organismo mayor prospera, sus simbiontes lo
harán de igual manera; pero si por alguna razón el tiburón pierde a sus rémoras
o las reses a sus garzas, la ausencia de éstas afectará indudablemente su
salud, pues quedan a merced de parásitos y otras especies oportunistas que
pueden comprometer su salud e incluso su vida.
Volviendo
al caso de los bichos más perniciosos, existen otro tipo de parásitos que se
benefician en perjuicio del otro, aunque no de manera biológica, sino social,
económica o política; no obstante, los parásitos sociales si bien no se
alimentan de la sangre de su víctima, son capaces de “comerse” su cerebro, no
como los zombies de los relatos de
ciencia ficción, sino mediante el engaño, la adulación, el ocultamiento de
información, o aislamiento.
Pero
antes de entrar en el tema es necesario precisar cómo es que este tipo de
bichos oportunistas eligen a sus víctimas.
Seguro
que les ha pasado; están en una habitación con un grupo de personas, es
temporada de mosquitos, sin embargo, los dos o tres mosquitos que merodean sólo
atacan a una, dos o tres personas, mientras que al resto no los tocan ¿Por qué
ocurre eso?, ¿cómo “decide” un mosquito a quien picar?
Resulta
que los mosquitos como el Aedes Aegipty,
prefiere picar humanos, y ¿cómo los identifica?, ubica a sus blancos
potenciales mediante receptores químicos en sus antenas que les permite ubicar
la huella de carbono (CO2) que dejamos al respirar, nuestra huella térmica
(ajustada entre 36 y 37 grados)[1]; así como el “olor” de
nuestro sudor o piel.
Así,
en primera instancia, los chupa sangre identifican a una posible victima
mediante las señales de carbono y térmica que emiten nuestros cuerpos, sin
embargo, la determinación de picar a una persona o no, radica en que lo que al
mosquito le resulta más atractivo, es ahí donde entra en juego nuestro aroma,
pues estos bichos prefieren a las personas cuyo sudor contiene una mayor
concentración de ácido láctico[2], pues esta especie está
programada para determinar a quién conviene picar mediante la lectura de
niveles de ácido láctico, es decir, a través de esa señal identifica qué personas
tienen mejor sangre para su propósito reproductivo (del mosquito).
Pues
así igualito se ubican los parásitos sociales, que tienen muy buen olfato (aunque
no hay que ser un genio) para identificar los ambientes en los que existe
abundancia de recursos (señal de carbono y térmica), pero además de ello que
existan las condiciones para prosperar u obtener ventaja personal a costa de la
víctima (concentración de ácido láctico); y que en el ámbito social se traduce
como la proclividad de la víctima a que le endulcen el oído; en otras palabras,
su deseo o necesidad de ser adulado.
En
1513, Nicolás Maquiavelo en “El Príncipe” advirtió sobre los peligros que
significa para quien gobierna el rodearse de aduladores. Para quien no conozca
el texto, a continuación cito un fragmento:
“No quiero pasar por alto un asunto
importante, y es la falta en que con facilidad caen los príncipes si no son muy
prudentes o no saben elegir bien. Me
refiero a los aduladores, que abundan en todas las cortes. Porque los hombres
se complacen tanto en sus propias obras, de tal modo se engañan, que no atinan
a defenderse de esa calamidad; y cuando quieren defenderse, se exponen al
peligro de hacerse despreciables. Pues no hay otra forma de evitar la adulación
que el hacer comprender a los hombres que no ofenden al decir la verdad; y
resulta que, cuando todos pueden decir la verdad, faltan al respeto. Por lo
tanto, un príncipe prudente debe preferir un tercer modo: rodearse de los hombres de buen juicio de su Estado, únicos a los que dará
libertad para decirle la verdad, aunque en las cosas sobre las cuales sean
interrogados y sólo en ellas. Pero debe interrogarlos sobre todos los
tópicos, escuchar sus opiniones con paciencia y después resolver por sí y a su
albedrio. Y con estos consejos comportarse de tal manera que nadie ignore que
será más estimado cuanto más libremente hable. Fuera de ellos, no escuchar a
ningún otro, poner enseguida en práctica lo resuelto y ser obstinado en su
cumplimiento. Quien no procede así se
pierde por culpa de los aduladores o, si cambia a menudo de parecer, es
tenido a menos.”
¿Los cocodrilos vuelan?
A
menudo ocurre que las personas que se encuentran en el ejercicio del poder se
rodean sólo de aduladores, en vez que de personas sensatas, lo que magnifica la
proclividad humana a la auto complacencia y al auto engaño.
“¡La
verdad es que no tomo mucho, acaso dos o tres cervezas!” Sí, pero todos los
días; otro ejemplo: ¡Yo siempre llego a tiempo a mi trabajo, el mes pasado sólo
tuve un retardo!; pues sí, ese día llego después de los 15 minutos de
tolerancia; sin embargo el resto de los días llegó entre 13 y 14 minutos después
de la hora de entrada.
Como
hemos reflexionado en las últimas semanas, existe un sesgo natural para
interpretar los hechos, esos errores de percepción están determinados entre
otros factores, por los intereses, ideas, prejuicios y la conveniencia de cada
persona, por esa razón es una tendencia natural de las personas el relativizar
las acciones y los hechos.
¡Es
un autoritario!, pero está ayudando a los pobres; ¡No rinde cuentas a nadie! Pero
es honesto; ¡No tiene empacho en violar la ley! Sólo lo hace por el bien de
todos; y así, una larga lista de etcéteras.
¿Qué
es lo que pasa? Pasa que quien se encuentra en posición de poder se rodeó sólo
de parásitos, que sólo le dicen lo que quiere oír, pero no solo eso, alaban y
ensalzan cada una de las ocurrencias “del jefe”.
¿Por qué actúan así?
Uno,
porque se volvió adicto a la adulación y está convencido que pasará a la
historia como el gran líder que salvó a su pueblo; los demás, quienes lo
rodean, por instinto de supervivencia. De tal suerte, entre más lambiscón se
sea, más cerca se estará del patrón con lo que se asegura la permanencia en el
puesto; pero la cosa no para ahí, los más ambiciosos, abusarán de su posición
privilegiada para obtener ventaja de la situación; así cuando al “jefe” se le ocurra construir un
tren bala que pase cerca de su pueblo, porque desde niño le llamaban mucho la
atención esos aparatos, alguno de sus aduladores no tendrá reparo en responder:
¡Excelente idea Señor, es usted un visionario!, por cierto, conozco un muy buen
ingeniero que puede hacer el proyecto.
De
igual manera, si se requirieran con urgencia, pipas (por aquello del
huachicoleo), cubre bocas, pruebas de laboratorio o respiradores artificiales,
no faltará alguno de esos vivillos que conocen algún proveedor “que los consigue
más baras”; o algún otro que “con su
valedor” no tienen que esperar turno para que les surtan el pedido; y pues como
la cosa urge, no hay tiempo para licitaciones y se termina comprando ¿Quién
sabe qué cosa?, ¿A qué costo?, ¿A quién? y lo peor ¿De qué calidad?
Como
se ve de la relación que se produce entre quienes ejercen el poder y sus
parásitos aduladores no puede resultar nada bueno, pues los parásitos menguarán
de a poco la fuerza, imagen y salud de su huésped; pero lo más grave es que
éste no será capaz de advertirlo sino hasta que sea demasiado tarde; pues para
mantener su posición, los parásitos no
tendrán empacho en alimentar y sobrealimentar el ego de su jefe, ubicándolo
en una peligrosa realidad alternativa, que no corresponde a la “verdadera
realidad”, es por eso, que el optimismo que presumen las personas que adolecen
de parásitos sociales resulta inexplicable.
Y
no, no se trata de un problema de salud mental, el problema es más sencillo y
complejo a la vez; se trata de un problema de percepción, percepción de una
realidad diversa a la material, que se ocupan de construir los aduladores que
rodean al gobernante, que le dicen sólo lo que él quiere oír y le muestran sólo
lo que a ellos les conviene evidenciar.
Así
quien así ejerce el poder se ubica en una burbuja de la cual es prisionero y lo
aparta de la realidad y de las personas.
Lo
triste de la historia es que no hay forma de resolver la situación, pues esta
sólo depende de quien la sufre, y por la efectiva acción de sus parásitos tiene
el juicio nublado y cree erróneamente que todo está bien, por eso, no cambia
nada; a más que como dicen los abuelos: “Chango viejo no aprende maroma nueva”.
Entonces
esta reflexión no busca abrir los ojos de quienes sufren de parásitos sociales;
más bien, es un llamado a la conciencia personal para tener cuidado de este
tipo de personas.
Así
que cuando a usted se acerque algún parásito no dude en repelerlo de inmediato:
¡Fuchi…!
[1]
Colado, Pablo, “Así detectan los
mosquitos a sus víctimas”, Revista Muy Interesante, consultable en https://www.muyinteresante.es/naturaleza/articulo/asi-detectan-los-mosquitos-a-sus-victimas-671437401365
[2]
Romero, Sara, “¿Por qué a algunas personas les pican más mas mosquitos que a
otras?”, Revista Muy interesante, consultable en https://www.muyinteresante.es/ciencia/articulo/ipor-que-a-algunas-personas-les-pican-mas-los-mosquitos-que-a-otras
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