El Gobierno de las palabras
Gilberto
Salazar
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios,
y
el verbo era Dios”
Evangelio según San Juan 1:1
¿En un bosque solitario los árboles
hacen ruido al caer?
La
cuestión anterior ha motivado la reflexión de filósofos durante siglos y revela
un asunto de la mayor relevancia: ¿El mundo material existe independientemente
de que alguien lo perciba?
Para
Hume y Kant los datos que percibimos a través de los sentidos, estructurados en
un espacio y en un tiempo determinado es lo único que conocemos[1]; sin embargo la materia
que las conforma en sí mismas permanece inaccesible para nosotros; en ese
sentido, persiste la concepción de que lo que consideramos como realidad, no es
sino la proyección de algo más complejo que no podemos conocer, tal y como lo caracterizó
Platón en el mito de la caverna.
En sentido
similar George Berkeley consideró que “las ‘cosas’ existen y las conocemos, de
manera inmediata como son”; sin embargo a las cosas a que se refiere Berkeley “no son de tipo corpóreo o material,
sino de tipo mental o ideal”[2]. Consecuentemente el
antirrealismo filosófico se desarrolla en un plano metafísico; luego, no existe
enfrentamiento con la ciencia “dura” que se ocupa del estudio de la realidad
material; no obstante, cualquier construcción cultural o de conocimiento, sea científico
o filosófico, requiere necesariamente de un insumo para su realización: El
lenguaje. Entonces, el lenguaje sí construye a la realidad, ¿Cómo es eso
posible?
No es propósito de esta entrega adentrarse en
honduras, sin embargo, retomo el tema para reflexionar sobre la importancia de
dos aspectos fundamentales: Conciencia y Percepción.
¿Cómo aprendemos y se construye el Cosmos[3]?
Pocas
veces nos detenemos a reflexionar sobre la forma en que aprendemos y
construimos nuestro mundo; el punto de partida estriba en la conciencia,
consciencia de la propia existencia en un primer momento; y con posterioridad de
la pertenencia a un grupo, comunidad o clase determinada. En palabras de Rene
Descartes: “Pienso, luego existo”.
Sin
embargo, para pensar, para tener consciencia de la propia existencia, y de la
realidad, debemos de ser capaces de comprender las cosas que nos rodean.
De
esta manera, en palabras de Román García Oviedo:
Para el común de las personas el proceso de conocimiento abarca desde el
momento en que el recién nacido empieza a ver (percibir) manchas de luz y color carentes de
significado. En poco tiempo llega a entender lo inmediato, tal como ocurre
con el resto de los animales. Luego, va
adquiriendo los conceptos de pasado y futuro e incorpora el lenguaje. Para que las impresiones sensoriales,
que transmiten mensajes de la
realidad, adquieran significado, deben ser estructuradas por redes
conceptuales, que son fundamentalmente lingüísticas. De ahí la importancia de
analizar significados, de no renunciar a la función argumentativa del lenguaje,
de no quedarnos en el nivel puramente
sensorial.
De
esta manera, aprendemos mediante estímulos que recibimos a través de los
sentidos, es decir, a través de la experiencia; sin embargo, el ‘conocimiento’
así adquirido es muy elemental y se asemeja mucho a las proyecciones que
caracterizó Platón en el mito de la caverna.
Por
ejemplo, un niño que se acerca a la hornilla encendida de una estufa, percibe
la sensación de calor, sin embargo no sabe que eso que percibe se le conoce
como ‘calor’, menos aún es consiente
del proceso químico que permite la combustión. Él sólo sabe que eso que siente
lo hace sentir cómodo y el vaivén de la llama encendida sumado a esa sensación
de estar ‘calientito’, mueve su
curiosidad y lo invita a maximizar esa sensación placentera (visual y térmica),
se anima y toca la flama:
¡¡¡¡AAAAAAAAAYYYYYYYY!!!!!;
¡se quemó!
Pero él no sabe que se ‘quemó’,
sólo es consciente de que eso que sintió lo lastimó, y no le agradó.
Después,
alguien le explicará que si toca el fuego ‘se
va a quemar’ ¿En serio?, ¡Eso ya lo sabe!, lo aprendió de la peor manera,
lo único que va aprender de la posterior intervención, es que eso se llama ‘fuego’, que ‘quema’ y que hay que evitarlo si no se quiere repetir la amarga experiencia;
más adelante comprenderá la razón por la que sintió lo que sintió y las consecuencias
de su experiencia. Pero eso es otra historia.
Tabla 1
Fuente: Elaboración propia.
En
la imagen que precede se describe de manera esquemática la forma en que
adquirimos consciencia / conocimiento de las cosas. Así, lo que aprendemos es resultado del concurso de estímulos
producidos por dos fuentes de información distintas: Informales (experiencia) y
Formales; los datos que se producen en ambos casos son percibidos por la
persona a través de los sentidos; de esta forma, entre menos fuentes formales
de conocimiento nos expongamos, más elevada será posibilidad de producir en las
personas tan sólo una imagen de las cosas, esto es, un semi-saber (doxa), tal y como ocurre en la caverna
de Platón.
En
oposición a lo anterior, entre más estemos expuestos a fuentes formales de
información, es menos probable que aceptemos como válidas las conclusiones que
conocemos a través de la experiencia (la propia y de terceros); es así que
discernimos el conocimiento –a través de la retroalimentación que implica el
contraste de fuentes de información– y así, podemos tener una idea más cercana
a la realidad (verdad).
El Poder del Discurso
Siguiendo
esta línea discursiva, Amelia Ribadeneria[4] en su artículo “Las
palabras construyen la realidad que aprendemos a diario”, sostiene que “No hay
nada antes de las palabras”[5] pues la realidad, el mundo
en que vivimos se hace posible en razón de que se “adquiere conciencia (de su
existencia) porque es nombrado. Así el pensamiento humano es lo que es, porque
ha sido dicho, se materializa en los lenguajes oral y escrito”.
Sin
el Lenguaje “no hubiera existido entre los hombres ni gobierno ni sociedad, ni
contrato ni paz, ni más que lo que existente entre leones, osos y lobos”[6].
Es
así, que las grandes transformaciones sociales de los siglos XVIII al XX, como
la independencia de las 13 colonias inglesas, la revolución francesa, la
independencia de México y la revolución mexicana; fueron posibles gracias al
libre intercambio de pensamientos e ideas, que minaron la percepción de la
figura del monarca, la metrópoli y del gobierno; y con ello, con aires
renovados, impulsaron los cambios necesarios para la construcción de una mejor
realidad.
El Discurso del Poder.
Si
convenimos en que el lenguaje es un arma poderosa que mediante su debida articulación
en un espacio y tiempo determinado, es capaz de trasformar la realidad de un
País, no resulta extraño que quienes ostentan el ejercicio del poder público
caigan en la tentación de ejercer un uso abusivo de su “derecho a comunicar” para propagandizar, adoctrinar y, en suma
apendejar al pueblo.
Tal
es el caso de la propaganda que se produjo en la Unión Soviética de Joseph Stalin,
en la Alemania Nazi de Adolf Hitler, la Italia de Benito Mussolini y el Japón
del emperador Hirohito.
Ejemplo de propaganda soviética (1930)
"¡Vergüenza a los llorones, flojos y sin fe!"
Por lo general, quien abusa
del megáfono, aprovechando la posición privilegiada de poder que ocupa, es una
persona intolerante, ignorante y egoísta, ¡Sí!, ¡Adivinaron!, me refiero a
Humpty Dumpty, en Alicia a través del espejo de Lewis Carrol. Veamos:
“… me
parece que está bien hecha la resta… aunque, por supuesto no he tenido tiempo
de examinarla debidamente… pero, en todo caso, lo que demuestra es que hay
trescientos sesenta y cuatro días para
recibir regalos de incumpleaños…
-Desde
luego –Asintió Alicia.
-¡Y sólo
uno para regalos de cumpleaños! Ya ves,
¡Te has cubierto de Gloria!
-No sé qué es lo que quiere decir con eso de la “gloria”
–observó Alicia. Humpty Dumpty sonrió despectivamente.
-Pues claro que no…, y no lo sabrás hasta que te
lo diga yo. Quiere decir que “ahí te he dado con un argumento que te ha dejado
bien aplastada”.
-Pero “gloria” no significa “un argumento que
deja bien aplastado” –objetó Alicia.
Cuando yo uso una palabra –insistió Humpty Dumpty con un tono de
voz más bien desdeñoso—quiere decir lo
que yo quiero que diga…, ni más ni menos.
-La
cuestión –zanjó Alicia- es se puede hacer que las palabras signifiquen tantas
cosas diferentes.
-La cuestión –zanjó Humpty Dumpty- es saber
quién es el que manda…, eso es todo.”
¡A ese huevo testarudo simplemente
no se le puede ganar una!, siempre tiene “otros datos”.
Lo que nos queda.
Ante el embate y
monopolización del megáfono, lo que nos queda es resistir, resistir leyendo,
contrastando, comentando y debatiendo, de esa manera, antes que temprano la
verdad saldrá a la luz, los ciegos podrán ver, y de a poco, tendremos una Opinión
Pública sólida y critica; que trasciende a los “contenidos” de memes y tweets lanzados desde el anonimato.
Con este ejercicio, podremos
trascender la realidad, y como decía el apóstol Pablo, podremos “retener lo bueno y desechar lo malo”[7]: La
basura, lo inútil.
[1]
García, Oviedo Roman, La Construcción de la realidad a través del lenguaje.
Eikasia, Revista de Filosofía, 3, marzo de 2006. Consultada en http://revistadefilosofia.com/construccion.pdf
[2] Ídem.
[3] Etimológicamente
proviene de griego κόσμος [cósmos] que
significa orden, orden bello, pero, con el tiempo pasó a significar
universo visto como totalidad, mundo, cosmos. Kόσμος [cósmos], entonces, es un término que pasa de significar orden, aplicado a diversas cosas
susceptibles de ser colocadas de maneras diferentes (el verbo correspondiente
es κοσμέω [kosméô] que significa poner en orden o adornar.
[4] Periodista
de Ecuador. Máster Balboa para periodistas Latinoamericanos, de las fundaciones
Diálogos y Carolina (España), colaboradora de la revista telemática: “Nueva Revista”
https://www.nuevarevista.net/autores/amelia-ribadeneira/
[5]
Consultable en la página web de la Biblioteca de la Defensoría Penal Pública,
de la República de Chile, consultable en http://www.biblio.dpp.cl/biblio/DataFiles/12399.pdf
[6]
Hobbes, Thomas, El Leviatán, citado por Amelia Ribadeneira, Op. Cit.
[7] 1ª
epístola del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 5:21
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