Los primos ricos de la democracia.
Gilberto
Salazar
No es exagerado afirmar
que en todas las familias existe uno, dos o quizás más parientes que se
encuentran en una posición económica de prosperidad en mayor proporción que el
resto de sus integrantes; sea por la pasión que imprimen al ejercicio de su
profesión, por su habilidad para los negocios, por su buena fortuna, o
inclusive por su astucia para obtener ventaja sobre terceros.
La abundante hacienda de
los tíos ricos, determina en buena medida la manera en que viven e interactúan,
o no, con los demás integrantes de la comunidad.
Sus hijos, los primos
ricos, viven de igual manera en la realidad que su posición económica les
permite: Usan ropa y tenis de marca y renuevan en su totalidad su guardarropa cuando
menos una vez al año, aunque en ocasiones descartan sus efectos en cada cambio
de temporada. ¡Dichosos quienes heredan las garras que los primos ricos ya no
quieren!
Si por casualidad se les
topa caminando por la calle y algún transeúnte les pregunta que autobús tomar
para llegar a determinado lugar son incapaces de responder, ¿Y por qué habrían
de saberlo? Si ellos se transportan en autos particulares, que por lo general
no son conducidos por ellos mismos ni por un familiar cercano, ese trabajo está
reservado para un chofer.
Así, la abundancia que
disfrutan les permite eludir ocuparse de actividades cotidianas como: Cocinar,
lavar la ropa, planchar, limpiar la casa, lavar el auto o hacer el jardín. No,
eso es muy pesado y demanda tiempo, mejor pagar y que alguien más lo haga, así
se vive más relajado y se tiene más tiempo para hacer lo que les gusta.
Y no es que vivir así
tenga nada de malo, todo lo contrario, ¿a quien no le gustaría vivir así? Sin
preocuparse por cómo estirar el presupuesto y lograr que alcance para todo y
para todos en casa y aún exista espacio
para practicar algún deporte, para el ocio y el esparcimiento.
La la razón que motiva
la reflexión anterior es evidenciar que existen personas que en razón de su
posición económica viven, piensan, juzgan y actúan en un paradigma diferente
que aquellas personas que cuentan con recursos limitados y se ven obligados por
ejemplo a usar transporte público, optimizar el gasto y el uso de recursos, precisamente
porque son limitados.
Esas dos visiones que si
bien pueden coincidir en un objetivo común, como lo es organizar las elecciones
por ejemplo, determinan que existan cuando menos dos planteamientos para enfrentar
una misma situación; y en esos casos, por lo general se impone la razón del más
fuerte, sin importar que existan formas más eficientes (económicas) para
resolver una situación.
La concurrencia de dos
paradigmas respecto de una misma realidad supone un conflicto o cuando menos la
existencia de fricciones y desacuerdos, sobre todo cuando la atención de la
situación implica la aplicación de recursos financieros.
Este conflicto
determinado por el concurso de dos manera de percibir la realidad fue incluso
advertido por el apóstol Pablo en su segunda carta a los Corintios, a quienes
recomendó: “no os unáis en yugo desigual;
porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia?”. Así, por
ejemplo, sin dudar que el verdadero amor existe, y puede ocurrir que, como en
las telenovelas, el joven hacendado se una a la más agraciada de su servicio, o
viceversa; dicha unión si bien no es imposible, si puede resultar muy compleja,
pues implica la articulación de dos paradigmas diferentes, de dos maneras diametralmente
opuestas de percibir e interpretar la realidad, pero sobre todo, de
enfrentarla.
Pues precisamente eso
fue lo que hizo el poder reformador de la Constitución en 2014 al establecer el
sistema nacional electoral, que unió en yugo desigual al tío rico (INE) con los
primos del rancho, que sin estar del todo derrotados en el aspecto económico, antes
de la reforma operaban de manera evidentemente más austera.
Tal unión desigual obligó a los organismos electorales
locales a elevar su gasto operativo, pues a causa de la rectoría del sistema electoral que
ejerce el Instituto Nacional Electoral, éste impuso, para “mejorar” su
desempeño, que los amigos de provincia,
como decía el señor Aguilera de: “En
familia con Chabelo”, usaran tenis y ropa de marca, para que las elecciones
locales se hicieran “con la misma calidad”
que las que organiza el INE.
En este proceso de
mejora de la calidad (formal) de las elecciones, se impusieron normas, procesos
de certificación y protocolos de actuación que encarecieron materialmente la
organización de las elecciones locales.
Un ejemplo de ello es el
Programa de Resultados Electorales Preliminares, programa que desde que
recuerdo, previo a su implementación es objeto de un amplio debate por parte de
las representaciones de los partidos políticos y sectores de la sociedad civil
por su alto costo de operación.
Es común que al inicio
de cada proceso electoral, un reclamo de los partidos políticos, al menos en el
estado de Veracruz, es pugnar porque el PREP lo organizara la Universidad
Veracruzana, o bien el propio órgano electoral. La razón: el excesivo gasto que
a su juicio representa su aplicación, además de la evidente desconfianza de
poner en manos de un tercero los resultados electorales, aun y cuando son
preliminares.
La proclama de un PREP
“oficial” implementado por el Organismo Público Local Electoral retomó fuerza a
partir del 2015; en razón del nuevo ejercicio de competencias que en materia
electoral nos heredó la reforma de 2014 (DOF 10/02/2014).
Así desde la instalación
del Consejo General para el proceso electoral 2015-2016 para la renovación de
la gubernatura y el Congreso del Estado de Veracruz, las representaciones de
los partidos políticos pugnaron una vez más, por que el PREP fuera organizado
por la Universidad Veracruzana o en su caso directamente por el OPLE Veracruz;
la idea de lo anterior era generar un Programa de Resultados Electorales
seguro, confiable y que costara menos dinero a los veracruzanos; después de
todo, esa fue una de las razones que
motivaron la reforma de 2014: Que las elecciones dejaran de ser tan
costosas.
La pretensión de un PREP
oficial no próspero entonces, y para esa elección (2015-2016) el PREP fue
encomendado a una empresa (Grupo Proisi S.A. de C.V.) vieja conocida en la
implementación y operación de dicho Programa en nuestro Estado.
No obstante, para el
siguiente proceso electoral, la iniciativa de un PREP oficial, más seguro,
confiable y “económico” se materializó; de tal suerte que para el proceso electoral 2016-2017 para la renovación de los 212
ayuntamientos del Estado, el PREP le fue encomendado al tío rico, es decir al
INE. ¡Por fin tendríamos el tan anhelado PREP seguro, confiable y
económico! ¿O, no?
Pues no, el PREP que implementó el INE resultó más
oneroso que cuando se encomendó a una empresa mercantil, a pesar de que
para cualquier proceso electoral en nuestro Estado se instalan las mismas
10,595 casillas.
Conforme a información
pública del Organismo Público Local Electoral del Estado de Veracruz, el PREP para
el proceso electoral 2015-2016, para la renovación de la gubernatura y del
Congreso del Estado tuvo un costo total de $29,986,000.
Para la elección de
ediles de los ayuntamientos en el proceso electoral 2017-2018 que implementó el
INE, costó $44,873,570.
Y para el último proceso
electoral para la elección de gubernatura y diputaciones locales, a cargo de un
tercero, el costo del PREP ascendió a la cantidad de $34,894,685.
Lo anterior evidencia
que cuando el PREP fue realizado por el INE, dicho programa resultó al menos diez
millones de pesos más más caro que cuando fue encomendado a una empresa
mercantil; esto a pesar que en 2016-2017 se debió procesar la mitad de actas de
escrutinio y cómputo al ocuparse de una sola elección (ediles de los
ayuntamientos) y por ende sólo se implementó un PREP a diferencia de los
procesos electorales 2015-2016 y 2016-2017
en que se implementó una plataforma para la elección de gubernatura y
una para la de diputaciones.
Es cierto que del costo
total del PREP en 2017-2018 que implementó el INE, se deben deducir poco más de
11 millones que correspondieron a la adquisición de equipo de cómputo para la
operación del programa que pasó a formar parte de los activos del OPLE Veracruz; casi 8 millones que se destinaron al pago de
salarios para el personal eventual que operó el PREP; y 5.2 millones por
servicios de telecomunicaciones; no
obstante, cabe cuestionar ¿Por qué cobró más de 19 millones de pesos el INE
para la implementación del PREP en 2017?.
Parece que 19 millones
por la asesoría técnica que presta una institución no lucrativa es demasiado,
pues debe partirse de la base que el INE ya cuenta con el script del PREP federal, que sólo requiere ajustarse a las
necesidades locales, es decir no se requiere el desarrollo de software desde cero.
Además, sin conocer la
balanza financiera de la empresa que operó el PREP en 2016 y 2018, es muy
probable que esos 19 millones superen por mucho su margen de utilidad, pues en
el caso de la empresa, ésta debió pagar: salarios, equipo de cómputo, servicios
de telecomunicaciones, gastos operativos, así como impuestos, que como se
evidencia, el INE no absorbió en 2017 cuando implementó un PREP más limitado
que en 2016 y 2018.
Este es sólo un ejemplo
del mayor costo que para la organización de las elecciones locales significa la
rectoría del INE, pues además del costo de operación del PREP, se debe pagar
los servicios del Comité Técnico Asesor del PREP, integrado por notables académicos
que realizan una suerte de auditoría de gabinete al programa; esto sin
considerar la producción de papelería y materiales electorales que de igual
manera se realizan conforme a la norma nacional impuesta por el INE, pero, como
decía la nana Goya, ¡Esa es otra historia!
Ahora bien, el problema
es que como decía mi abuela. ¡A lo bueno se acostumbra rápido! ¿Será posible
que los OPLES sean capaces de organizar elecciones con menos recursos? ¿Será
irreversible el paradigma de elecciones de calidad –más caras- impuesto por el
INE en ejercicio de su rectoría?
Atender a la última cuestión debiera ser una de las
reflexiones surgida desde el interior de los organismos electorales, pues el
ejercicio racional y responsable de los recursos debiera ser una política
autoimpuesta por parte de organismos autónomos, no a través de una reforma,
pues hacerlo así, lesiona su autonomía e independencia. Hoy más que nunca
nuestro país requiere instituciones democráticas fuertes, independientes y
autónomas.
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