No dar por hecho las cosas.
El mes de junio pasado se
celebraron los foros para la reforma electoral y del Estado en la Cámara de
Diputados, dicho ejercicio constituyó la simulación de una acción de gobierno
abierto, pues nunca se difundió una convocatoria a la sociedad civil, no se
explicó la metodología, el formato y menos aún si se elaboraría algún tipo de
diagnóstico o cuando menos una memoria de las ponencias y opiniones que ahí se expresaron.
Vamos aunque se transmitió a través del Canal del Congreso, se celebró a puertas
cerradas.
Dicho ejercicio se pensó desde su
inicio como un “enjuague” de apertura institucional para escuchar a “todas las
voces”; así, la selección de los participantes tuvo un sesgo evidente de
personajes alineados a la iniciativa de clausurar a los Organismos Públicos
Locales Electorales, por tanto, los foros, a los que si bien se invitó a
notables académicos, expertos, así como algunos consejeros electorales que,
razón en mano pugnaron por la autonomía y necesidad de fortalecer a los órganos
electorales en los estados; mas bien sirvió de escaparate al oportunismo y se
constituyó en una pasarela para quienes aspiran a ser los ungidos para integrar
el nuevo órgano electoral, desde luego, siempre que prospere la anunciada
reforma electoral.
Así, con dichos foros, los
autores de la iniciativa reformadora del orden constitucional en materia
electoral, pretendieron dotar de legitimidad a una determinación ya tomada y
cuya ejecución es inminente: Desmantelar a las instituciones electorales para
hacerlas más baratas. Ni más ni menos.
Dicha reingeniería electoral,
como eufemísticamente se le ha denominado pone en riesgo la consolidación de la
democracia mexicana aun en desarrollo. Quienes defienden la iniciativa
argumentan que a raíz de las transiciones democráticas (en el ámbito federal)
de 2000, 2012 y la última de 2018 dan cuenta de una democracia consolidada.
Nada más errado que ello.
Si bien el cambio del partido gobernante
en tres ocasiones es la resultante de una participación ciudadana cada vez
mayor, que se ha articulado a través de la implementación de un sistema
electoral abierto, seguro y confiable, que ha entregado gobiernos y órganos de
representación que gozan de una sana legitimidad y un amplio reconocimiento
social; ello tan sólo representa una dimensión de la democracia, en efecto, en
México contamos con una democracia formal consolidada, es decir, contamos con
reglas e instituciones sólidas que han permitido catalizar la voluntad popular;
no obstante, quedan asignaturas pendientes.
Está pendiente la consolidación
de la democracia, así sin adjetivos, o como lo ha señalado Lorenzo Córdova en
diversas ponencias, nuestro país requiere transitar de la democracia formal hacia
una democracia sustancial, en la cual, la ciudadanía decida su voto de manera
verdaderamente informada, pero además, que participe en las decisiones de
interés comunitario, y más importante aún, que vigilante de manera activa, exija
la rendición de cuentas a gobernantes y representantes populares.
La construcción de ciudadanía y
la promoción de la cultura democrática es una asignatura pendiente, aún estamos
lejos de ser la ciudadanía ideal, para ello es necesario que todos y cada uno
de nosotros practiquemos día a día valores democráticos como: Igualdad,
respeto, tolerancia, inclusión, entre otros.
La función obvia de los
organismos electorales es la articulación de los procesos electorales; sin
embargo se soslaya el trabajo que de manera permanente se realiza en ellos,
como son: La capacitación y profesionalización de sus servidores públicos, la
preparación de los procesos electorales, el análisis, diagnóstico y la
consecuente adaptación normativa, que se inscribe en un proceso de mejora continua;
así como la construcción de ciudadanía y promoción de la cultura democrática,
que constituyen actividades sustanciales que justifican el carácter permanente
de las instituciones electorales.
Permanencia, Imparcialidad e
Independencia fueron los principios fundamentales sobre los que se construyó el
sistema electoral vigente. Contar con organismos especializados, de carácter
permanente asegura la imparcialidad e independencia en la realización de la
elecciones; hoy, más allá de la rumorología, contamos con instituciones
electorales profesionales y asépticas.
Desmantelar el sistema electoral
vigente, desaparecer a los OPLEs en los estados, tal y como se pretende, para
que sea un órgano político (Cámara de Diputados) quien designe a consejeros
electorales nacionales e integrantes de los órganos delegacionales en los
estados, comprometerá de manera trascendente la realización de los principios
de independencia e imparcialidad.
El mayor y más valioso insumo que
actualmente entregan los organismos electorales es sin duda alguna la paz
social, y es que la articulación de las reglas vigentes ha permitido además de
transiciones democráticas a nivel federal y en las entidades federativas, ha
entregado gobiernos y órganos de representación legítimos, con un amplio
reconocimiento social. Quienes ganan las elecciones lo hacen siempre con la mayoría
de votos y quienes pierden tienen la certeza de haber sido derrotados en un
juego justo y en una cancha pareja.
Esta resultante hoy todos la
damos por hecho, sin embargo pende de una frágil disposición de las cosas, así,
tal cual y como ocurre cuando abrimos el grifo del agua y de él no sale nada, se
produce en nosotros una evidente incomodidad, que genera una serie de inconvenientes
de los cuales no somos conscientes en lo cotidiano, pues son cosas que
damos por hecho día a día. Cerrar la llave a las instituciones democráticas a la
postre nos traerá muchos dolores de cabeza.
La reforma electoral que se
impulsa desde la Cámara de Diputados, además de innecesaria, constituye una involución
en el sistema electoral mexicano; que no sorprenda que aprovechando “el ride” se proponga dotar de voto a las
representaciones de los partidos políticos, y pues de una vez, que la
presidencia del órgano electoral recaiga en quien ostente la Secretaría de Gobernación.
Esta reflexión que hoy comparto
fue motivada por la plática que sostuve el día de ayer con un buen amigo que sufrió
una caída en Chicontepec Veracruz, lugar donde recibió atención hospitalaria a
medias, pues por increíble que parezca, no cuentan con equipo de rayos “X”,
algo que damos por hecho deben de tener en cualquier hospital. Pues no, y
carecer de algo tan elemental genera muchos inconvenientes.
Por eso se debe reflexionar y
debatir necesariamente una reforma electoral partiendo de la premisa de los
ahorros. Cuando un enfermo de diabetes que es insulino dependiente decide “gastar
menos” en insulina y reduce su dosis, evidentemente no está ahorrando, todo lo
contrario.
Gilberto Salazar
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